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Hay un momento en la vida en el que todo acaba, todo se rompe.
Te sientes mal la primera hora en la que asimilas lo que ha pasado, y la segunda, y la tercera, y sin embargo cuando pasa una semana, te olvidas del problema y sigues normalmente tu rutina como el resto de la jornada .

Hasta que un día te despiertas,te muestras observador y reflexivo, y cuando estás a punto de atar tus bambas, te das cuenta que son esas bambas, las que has atado todas las mañanas para ir al instituto, para salir con tus amigos...las que te han acompañado cada segundo, a todos sitios, y que están rompiéndose.
Entonces las miras de otra forma.Como si estuviesen enfermas, te da la impresión de que vas a perderlas, sin poderte despedir de ellas como te gustaría hacerlo. Entonces es cuando piensas que solo hace nueve o diez meses estabas en la tienda comprándolas, super ilusionado, sin dejar de mirarlas, y que ahora tienen mas de siete agujeros en la punta, y apenas les queda suela. Has andado, saltado, corrido con ellas, y ahora...¡Puf! Se esfumarán en la basura, las triturará una maquina y tu ni si quiera las recordarás en un futuro.
Así nos pasa a los seres humanos con todo. Lo adquirimos, lo usamos y lo tiramos. ¿Pero que hay del recuerdo? ¿Que hay de aquellas primeras bambas de baloncesto que compraste para comenzar los entrenos en el instituto? ¿Y del jersey con el que diste tu primer beso? ¿La toalla con la que te secaste el primer día del dos mil doce? ¿Tu primer carné de identidad? ¿La primera agenda que te dieron en primaria?
Yo soy de esas que un día se levantan de la cama, se preparan para salir, y piensan; ¡Dios mío, mi mochila ha pasado ya conmigo tres años! ¡Mis bambas se están descosiendo! ¡Mi goma de pelo se está acabando de deshilachar! Buscaré una caja para guardarlo todo, y así recordar mis buenos momentos vividos con cada uno de los objetos que encuentre dentro.