Aquella "gorda", como la
había escuchado llamar, tenía catorce años.En el momento que la vi estaba
estampada contra las taquillas de mi pasillo por un empujón del motivado de
Enrique. Era una chica de tercero de eso como cualquier otra, que por culpa de
la sociedad y sus comentarios se había encerrado en sí misma, dispuesta a no
salir en mucho tiempo. A ella, le gusta vestir estrecha, con mallas apretadas,
camisetas de tirantes ajustadas, le encanta rizarse el pelo, y ponerse rímel.
Sin embargo, viste ancha, casi cada día con la misma ropa; Chándal,
preferentemente negro, unas viejas bambas de deporte también oscuras con unos
cuantos agujeros en la punta, y una coleta baja con un mechón de pelo en cada
lado del flequillo.
Yo la veo todos los días por los pasillos de mi instituto. Me he fijado en
que no se relaciona con la gente, es más, cuando pasa por al lado de un grupo
de adolescentes de su edad baja la cabeza y se pega la carpeta al pecho para
pasar desapercibida. Se le ve una chica bastante insegura, y tímida, pero solo
a primera vista.
Me han contado mis compañeras de clase que antes era popular, y se juntaba
con las "guays" del curso, pero que dio un cambio radical en su
alimentación a causa del divorcio de sus padres, y que lo pasó muy mal. Dicen
que ella siempre se ha apoyado en la comida para olvidar las penas y
desahogarse.
También se comenta que pasado un verano, ella estuvo en casa de su padre, en
Noruega, y que apareció el primer día de clase llena de moratones y rasguños,
vestida como suele ir normalmente ahora. Los comentarios acerca de su
vestimenta y su comportamiento cada vez eran mas retorcidos, negativos y
dolorosos. Hasta llegaron a pegarle. Su nombre pasó de ser Cristina, a ser
Gorda, morcilla, foca y otra clase de insultos. Quedaba con sus supuestas
amigas, y volvía a casa con lágrimas en los ojos, pues ellas le daban plantón,
quedaban en otro sitio entre ellas para que se quedase sola.
Cuando supe esto, aun me concentré más en tenerla, por así decirlo vigilada.
Ésta mañana he salido al patio un poco dormida, la clase de historia era aburridísima.
Mientras me rascaba los ojos escuchaba bullicio en la parte de abajo de la
pista, como si hubiese un concierto de Black Metal ahí en medio. En salir
he visto a todo el curso haciendo un corrillo en medio del campo de fútbol, yo
me he seguido rascando los ojos sin ponerle interés. Hasta que pasado un rato,
cuando yo ya estaba en mi árbol estirada en la rama donde no da el sol, leyendo
una historia sobre fenómenos paranormales, ha venido Miguel a preguntarme si no
me acercaba a ver la pelea.
Me giré. Miré a la multitud y le pregunté desganada;
- ¿Que tiene de interesante?
- ¡Le están pegando a la gorda, de momento Denise y María le han saltado las
gafas de un guantazo!
María dice que le ha mirado mal. Dijo él entre risas nerviosas.
En oír esto, abrí los ojos como platos. Sin pensarlo dos veces pegué un salto
de la rama, y fui corriendo al centro del campo. (En el acto mi libro quedó
tirado sobre la hierba verde)
Miguel, como no, soltó un comentario estúpido.
- "Ya va la gótica a salvar a su amada gorda, ¿para cuando la boda?"
Yo le hice butifarra sin ni si quiera mirarle, y seguí corriendo y empujando a
la gente para adentrarme en el corrillo. Exactamente, Denise y María estaban
dándole patadas a Cris.
Grité. Eso bastó para captar la atención de todos. Me miraron con respeto. Soy
la típica gótica solitaria borde con la que nadie habla, lleva los ojos con
sombra negra, rajas y cadenas en los pantalones pitillo, y debajo medias de red
con botas militares. Todos se abrieron dejando más espacio entre ellos. De
repente la pista se quedó vacía, solo quedábamos Cris y yo. La miré. Desde mi
punto de vista quizá parecí más borde aun de lo que suelo ser, pero mi mirada
era más bien un; tranquila, la sociedad es retrasada, vengo a ayudarte. (Yo
estaba de pie, y ella tirada en el suelo. Le sangraba el labio inferior). Le he
extendido la mano para ayudarla a levantarse. Ella la ha cogido, agachando la
cabeza, suavemente se ha secado con la muñeca la sangre que caía por sus labios
mientras pronunciaba muy bajito;
- Gracias.
- ¿Estás bien? La gente de por aquí es bastante gilipollas. No dejes que te
traten así anda. Defiéndete.
Mi nombre es Sara.
- Muchas gracias por ayudarme. Estoy bien sí. Tienes razón la gente de por aquí
es muy gilipollas. (Dicho eso sonrió) El mío es gorda para la gente, pero en
verdad me llamo Cristina.
- Lo sé, he estado averiguando sobre ti estos últimos días. Tu historia me
parece muy convincente para que seamos amigas. Así que tranquila, te prometo
que jamás, volverás a estar sola.
En ese momento Cris, ha alzado la mirada, sus ojos contenían muchísimas
lágrimas. En pestañear todas las gotitas pintadas del color "Te lo agradezco
aunque ahora solo puedo llorar", caían por sus mejillas.
Le he sonreído a mi manera. Sin enseñar apenas los dientes. Mi brazo izquierdo
ha rodeado su espalda.
La historia podría acabarse si fuese una película de esas chulas, en una foto a
cámara lenta de ella mirándome agradecida, con la cara empapada, y yo mirando
al frente, con mi pelo oscuro mechado de azul eléctrico ondeado por el
viento.
Fdo: Sara, diario de una gótica solitaria.