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lunes, 7 de mayo de 2012

Diario de una gótica solitaria.


Aquella "gorda", como la había escuchado llamar, tenía catorce años.En el momento que la vi estaba estampada contra las taquillas de mi pasillo por un empujón del motivado de Enrique. Era una chica de tercero de eso como cualquier otra, que por culpa de la sociedad y sus comentarios se había encerrado en sí misma, dispuesta a no salir en mucho tiempo. A ella, le gusta vestir estrecha, con mallas apretadas, camisetas de tirantes ajustadas, le encanta rizarse el pelo, y ponerse rímel. Sin embargo, viste ancha, casi cada día con la misma ropa; Chándal, preferentemente negro, unas viejas bambas de deporte también oscuras con unos cuantos agujeros en la punta, y una coleta baja con un mechón de pelo en cada lado del flequillo.  
Yo la veo todos los días por los pasillos de mi instituto. Me he fijado en que no se relaciona con la gente, es más, cuando pasa por al lado de un grupo de adolescentes de su edad baja la cabeza y se pega la carpeta al pecho para pasar desapercibida. Se le ve una chica bastante insegura, y tímida, pero solo a primera vista. 
Me han contado mis compañeras de clase que antes era popular, y se juntaba con las "guays" del curso, pero que dio un cambio radical en su alimentación a causa del divorcio de sus padres, y que lo pasó muy mal. Dicen que ella siempre se ha apoyado en la comida para olvidar las penas y desahogarse.
También se comenta que pasado un verano, ella estuvo en casa de su padre, en Noruega, y que apareció el primer día de clase llena de moratones y rasguños, vestida como suele ir normalmente ahora. Los comentarios acerca de su vestimenta y su comportamiento cada vez eran mas retorcidos, negativos y dolorosos. Hasta llegaron a pegarle. Su nombre pasó de ser Cristina, a ser Gorda, morcilla, foca y otra clase de insultos. Quedaba con sus supuestas amigas, y volvía a casa con lágrimas en los ojos, pues ellas le daban plantón, quedaban en otro sitio entre ellas para que se quedase sola.
Cuando supe esto, aun me concentré más en tenerla, por así decirlo vigilada.
Ésta mañana he salido al patio un poco dormida, la clase de historia era aburridísima. Mientras me rascaba los ojos escuchaba bullicio en la parte de abajo de la pista, como si hubiese un concierto de Black Metal ahí en medio. En salir he visto a todo el curso haciendo un corrillo en medio del campo de fútbol, yo me he seguido rascando los ojos sin ponerle interés. Hasta que pasado un rato, cuando yo ya estaba en mi árbol estirada en la rama donde no da el sol, leyendo una historia sobre fenómenos paranormales, ha venido Miguel a preguntarme si no me acercaba a ver la pelea.
Me giré. Miré a la multitud y le pregunté desganada;
- ¿Que tiene de interesante?
- ¡Le están pegando a la gorda, de momento Denise y María le han saltado las gafas de un guantazo!
María dice que le ha mirado mal. Dijo él entre risas nerviosas.
En oír esto, abrí los ojos como platos. Sin pensarlo dos veces pegué un salto de la rama, y fui corriendo al centro del campo. (En el acto mi libro quedó tirado sobre la hierba verde)
Miguel, como no, soltó un comentario estúpido.
- "Ya va la gótica a salvar a su amada gorda, ¿para cuando la boda?"
Yo le hice butifarra sin ni si quiera mirarle, y seguí corriendo y empujando a la gente para adentrarme en el corrillo. Exactamente, Denise y María estaban dándole patadas a Cris.
Grité. Eso bastó para captar la atención de todos. Me miraron con respeto. Soy la típica gótica solitaria borde con la que nadie habla, lleva los ojos con sombra negra, rajas y cadenas en los pantalones pitillo, y debajo medias de red con botas militares. Todos se abrieron dejando más espacio entre ellos. De repente la pista se quedó vacía, solo quedábamos Cris y yo. La miré. Desde mi punto de vista quizá parecí más borde aun de lo que suelo ser, pero mi mirada era más bien un; tranquila, la sociedad es retrasada, vengo a ayudarte. (Yo estaba de pie, y ella tirada en el suelo. Le sangraba el labio inferior). Le he extendido la mano para ayudarla a levantarse. Ella la ha cogido, agachando la cabeza, suavemente se ha secado con la muñeca la sangre que caía por sus labios mientras pronunciaba muy bajito;
- Gracias.
- ¿Estás bien? La gente de por aquí es bastante gilipollas. No dejes que te traten así anda. Defiéndete.
Mi nombre es Sara. 
- Muchas gracias por ayudarme. Estoy bien sí. Tienes razón la gente de por aquí es muy gilipollas. (Dicho eso sonrió) El mío es gorda para la gente, pero en verdad me llamo Cristina. 
- Lo sé, he estado averiguando sobre ti estos últimos días. Tu historia me parece muy convincente para que seamos amigas. Así que tranquila, te prometo que jamás, volverás a estar sola.
En ese momento Cris, ha alzado la mirada, sus ojos contenían muchísimas lágrimas. En pestañear todas las gotitas pintadas del color "Te lo agradezco aunque ahora solo puedo llorar", caían por sus mejillas.
Le he sonreído a mi manera. Sin enseñar apenas los dientes. Mi brazo izquierdo ha rodeado su espalda.
La historia podría acabarse si fuese una película de esas chulas, en una foto a cámara lenta de ella mirándome agradecida, con la cara empapada, y yo mirando al frente, con mi pelo oscuro mechado de azul eléctrico ondeado por el viento. 


Fdo: Sara, diario de una gótica solitaria. 

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